En cualquier parte del mundo los deportistas élite son una
especie venerable. Desde los tiempos de la antigua Grecia, y un tanto más acá,
para el resto del mundo conectar casual o causalmente con esta especie de ídolo
atlético era casi un logro que podía ser contado de generación en generación.
Los deportistas eran deportistas y el resto era el resto
(aquí incluyo a los periodistas) y todo se remitía a alguna foto en el estadio,
alguna camiseta firmada o un estrechar de mano al salir al terreno de juego.
Todo iba bien hasta que nos mudamos con ellos al monte Olimpo.
La fecha ni la historia exacta vienen al caso en este
artículo, pero desde que el mundo empezó a ser 2.0 en el que todos escribimos y
todos leemos las historias ajenas sin
importar la distancia ni condición y sólo limitándonos por condicionamientos
tecnológicos el deportista pasó a ser una simple cifra entre los “seguidos” de
Instagram, Twitter o “Amigo” en Facebook o cualquier otra red.
El otrora ídolo y, dios nos cuide, hasta ejemplo de
juventudes entró en la misma bolsa en la que metemos a la tía con celular
Android subutilizado, al que no deja de postear fotos de comida, o a la actriz
porno que nos gusta increíblemente. Es cierto, cada extremo es malo, pero lo
peor es cuando el que entra en la bolsa o el que es dueño de la misma NO (así
en mayúsculas) define su rol… y aquí empiezan los problemas.
En Venezuela los ejemplos sobran. El más reciente sucedió
hace horas durante los Juegos Olímpicos de Río 2016 cuando Yanel Pinto salió en
defensa de su hermana, la atleta olímpica Andreína Pinto, descargando sobre un
crítico de oficio que sin tener el mayor criterio (y mucho menos influencia)
aludió a su hermana a través de un comentario. El tema es que la mayor de las
hermanas, siendo también atleta, explotó humanamente hablando y le dio minutos
de fama a alguien que no lo merecía y en su contraparte desnudó que su
apariencia dulce, amable, motivadora, emprendedora, modelo, hermosa, es
realmente una fiera dispuesta a entrabarse con cualquiera ante miles de
personas por una red social.
¡Está claro… pierden todos!
Otro caso es el de la esgrimista Alejandra Benítez, otro
símbolo de éxito deportivo que ha sido injustamente motivo de polaridad por su
tendencia política a favor del partido de gobierno.
Benítez fue Ministra del Deporte y hasta diputada de la
Asamblea Nacional, pero como la diplomacia no viene (como decían en mis
tiempos) en una “cajita de ACE” la diva participó sin éxito en Río 2016 perdiendo
en la pista de Esgrima, pero ganando en discusiones “sociales” no siendo la
primera vez que cae en este tipo de pujas.
Está claro que a ella no le importa estar polarizada, pues
cada vez que responde es más leña para el fuego.
Por supuesto habrá atletas que se manejan, o que son
manejados, mucho mejor en este aspecto. Sin ir muy atrás creo que ningún
deportista en la historia venezolana fue más criticado que el ex piloto de
Fórmula 1, Pastor Maldonado, quien durante su estadía en el máximo circuito
recibía más atención cada domingo que la religión, la familia, o cualquier otro
evento. “Imagina que consigues dejar atrás todos los comentarios que hace la
gente. Es imposible (…) Claro, hay algunos comentarios que no me gustan, pero
no puedo hacer nada”, dijo en 2015 el piloto a la revista Autosport.
Hoy Maldonado es comentarista de la Cadena FOX.
Hace menos de un mes el NBA Greivis Vásquez utilizó todos
los recursos comunicacionales de las personas que lo manejan para dar a conocer
que no iría a los Juegos Olímpicos con el equipo nacional. Su reacción desató
todo tipo de opiniones, pero lo bien llevado de la situación diluyó cualquier
polémica y todo acabó tan rápido como se olvida cada tuit (los expertos hablan
de poco más de 30 segundos).
Después de las primeras dos derrotas de la selección
nacional de Basketball la opinión generalizada es: “hace falta Greivis”, o “si
Greivis estuviera no…”.
También estamos claros que no todo deportista puede tener
detrás un aparataje comunicacional, siendo igualmente peligrosos aquellos que por
inocentes se arriesgan a que los nuevos “expertos” del marketing deportivo y
redes sociales manejen su imagen y opiniones, algo bastante común y abundante
cuando una actividad es nueva y de tanta exposición. Tal como ha sucedido,
sucede y sucederá a esos “piratas” la historia se encargará de llevárselos y
sólo quedarán los verdaderamente preparados para ello.
Por ello, el fin último de estas líneas es hacer un simple
ejercicio que podría cambiar muchas cosas y para ello no hay que “bajar”
ninguna aplicación. Cuando toque escribir algún tuit, postear una foto, vídeo,
responder una interacción o enviar un mensaje antes debemos preguntarnos:
-
¿Estoy listo para lo que viene después?
No sólo resulta una práctica lógica, ciudadana y hasta
humana, sino que guarda un lugar dentro de la coherencia tan perdida y
extrañada hoy día entre algunas figuras públicas, y aquí se incluye a los
deportistas.
Es una simple pregunta, no importa si eres juez o “villano”…
RECUERDA QUE TODOS ESTAMOS EN LA MISMA BOLSA.
Por: Ernesto Vera @ernestovera
Para "Los Espectadores" @veespectadores
09/08/2016
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